Desde octubre pasado, una excavadora parece amenazar con su enorme pala los restos arqueológicos del yacimiento de Ca n'Oliver, en Cerdanyola del Vallès (Vallès Occidental). Pero solamente lo parece, los vestigios del poblado ibérico del barrio de Montflorit, en la antigua Layetania, de más de 2.500 años, están a salvo. Un museo en Cerdanyola exhibirá las piezas halladas en las excavaciones que los arqueólogos llevan realizando desde hace más de medio siglo en el que está considerado el asentamiento ibérico más importante de la comarca, y una de las piezas clave del territorio que los romanos denominaron Layetania, que abarca las comarcas situadas al norte de la ciudad de Barcelona.
Situado en un montículo, el poblado ibérico de Ca n'Oliver, activo entre los siglos VI y I antes de Cristo, estaba habitado principalmente por familias de posición social elevada que ejercían el control de un territorio más amplio, situado en la llanura, donde habían campos de cultivo y otros poblados más pequeños, además de controlar el acceso natural a la costa. Este control permitió a los iberos del asentamiento de Ca n'Oliver acceder a productos considerados de lujo en la época, tales como vino, aceite, salazón de pescado y carne u objetos de cerámica fina que llegaban a la zona a través del comercio de cartagineses y griegos, primero, y romanos, después.
Pere Bosch Gimpera halló el yacimiento en 1919, aunque los trabajos arqueológicos no empezaron hasta 1954. Las excavaciones realizadas en el último medio siglo permiten al visitante acceder al poblado por la entrada monumental usada por los iberos y, tras bordear el foso que rodeaba la muralla, pasearse por una de las calles principales del poblado, conocer la estructura de las casas o ver los silos donde se almacenaban los excedentes de los cultivos, que luego servían de moneda de cambio por otros productos.
Situado en un montículo, el poblado ibérico de Ca n'Oliver, activo entre los siglos VI y I antes de Cristo, estaba habitado principalmente por familias de posición social elevada que ejercían el control de un territorio más amplio, situado en la llanura, donde habían campos de cultivo y otros poblados más pequeños, además de controlar el acceso natural a la costa. Este control permitió a los iberos del asentamiento de Ca n'Oliver acceder a productos considerados de lujo en la época, tales como vino, aceite, salazón de pescado y carne u objetos de cerámica fina que llegaban a la zona a través del comercio de cartagineses y griegos, primero, y romanos, después.
Pere Bosch Gimpera halló el yacimiento en 1919, aunque los trabajos arqueológicos no empezaron hasta 1954. Las excavaciones realizadas en el último medio siglo permiten al visitante acceder al poblado por la entrada monumental usada por los iberos y, tras bordear el foso que rodeaba la muralla, pasearse por una de las calles principales del poblado, conocer la estructura de las casas o ver los silos donde se almacenaban los excedentes de los cultivos, que luego servían de moneda de cambio por otros productos.
El País. 09/12/2006
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